Actualmente casi un 25% de los
norteamericanos y más del 10% de los europeos utilizan terapias no
convencionales para aliviar sus problemas de salud. En muchos países europeos -como Francia, Alemania o la República Checa-
la Seguridad Social paga ya tratamientos
alternativos y las universidades estatales reconocen titulaciones que
hace veinte años no podían ni concebirse como las de Osteopatía, Homeopatía
o Medicina Natural. Incluso colegios médicos como el inglés,
tradicionalmente conservador, tiene una sección reconocida de Medicina
Tradicional China y Acupuntura.
¿CUÁL
ES LA RAZÓN DE TALES CAMBIOS?
Una explicación sería la de que la gente está harta de la medicina convencional,
cada vez más impersonal y masificada; pero eso no lo explicaría todo. Otra, que
las medicinas alternativas no tienen los
efectos secundarios de los potentes tóxicos que maneja la ciencia oficial.
Pero tampoco eso basta. La verdad es que una parte cada vez mayor de la
población de los países desarrollados acude a las consultas alternativas
fundamentalmente porque en ellas consiguen un alivio que muchas veces no
obtienen con nuestra desarrollada medicina científica. Y encima, con muchos
menos daños derivados de su aplicación.
OTRAS
FORMAS DE ENTENDER LA SALUD Y LA ENFERMEDAD
Para la medicina tradicional la salud es el estado de perfecto bienestar físico,
mental y social y para conseguirla la ciencia lucha contra la enfermedad (carencia de salud) con los medios
físicos y químicos a su alcance: compuestos químicos antitérmicos para la
fiebre, antibióticos para las infecciones o cirugía para los problemas que no
pueden solucionarse nada más que cortando, rehaciendo o reemplazando órganos y
sistemas.
Sin embargo, hay otras formas de entender la
salud que cada vez van aceptándose más. La
medicina homeopática, con casi tres siglos de boyante existencia, entiende el proceso de curación como un
sistema de potenciar las defensas naturales del organismo para que este realice
una autorreparacion. Por ello
utiliza sustancias similares a las que provocan los síntomas de la enfermedad,
en concentraciones mínimas, a fin de que la reacción del organismo potencie la
curación del correspondiente síntoma.
Otros conceptos muy distintos y bastante más
antiguos son los utilizados por las medicinas orientales que conciben la salud
como un estado de equilibrio energético del organismo dentro de la energía
global del Universo. Y para mantenerlo o conseguirlo si se ha perdido utilizan
alimentos, aromas, colores, sonidos o ejercicios físicos consagrados por su
milenaria tradición.
Por fin, hay otros sistemas que utilizan los
elementos que nos brinda la propia Naturaleza para recobrar o mantener la
salud. La Medicina Natural (o Naturopatía), cada vez más empleada en nuestra
sociedad, busca en el equilibrio de la alimentación, en las hierbas y en el
agua el remedio de los problemas de salud.
ALGO ESTÁ CAMBIANDO
El auge de las otras formas no tradicionales
de enfocar la salud y la enfermedad no es casual. Aunque pueda parecer que los
distintos enfoques frente al problema de conseguir y mantener la salud parten
de principios diferentes, el proceso no es tan dispar.
El principio de acción-reacción de Newton,
que ha servido de base para el desarrollo científico y tecnológico de nuestro
siglo, se ha visto superado en los últimos años por el desarrollo del concepto
einsteniano de los niveles de energía que, en definitiva, es la base de las
medicinas alternativas que consideran al organismo no como un conjunto de
órganos que funcionan al unísono sino como una suma de niveles de energía sobre
los que puede actuarse de muy distintas formas.
UN
CONCEPTO NUEVO
El postulado de que toda materia es energía
fue expresado claramente por Albert Einstein en su famosa ecuación E: mc2,
demostrando científicamente que la energía y la materia son expresión dual de
una misma sustancia universal (el Tao o Chi de la antigua filosofía china, que
ya expresó la misma idea hace más de cinco mil años).
Desde ese punto de vista, el ser humano no se
limita a ser un complejo sistema de reacciones bioquímicas sino que comparte
con todos los seres vivos esa energía sutil que es la que mantiene y
complementa la estructura de los componentes moleculares y hacen que el todo
sea superior a la suma de sus partes.
Los avances de la Neurofisiología
-espectaculares en los últimos años- nos han dado un punto de vista muy exacto
de cómo funciona nuestro cerebro y las relaciones entre función, estructura y
química. Incluso conocemos la capacidad de regulación electromagnética de
nuestro organismo, capaz de reorientar -por ejemplo- las trabéculas de un hueso
roto de tal forma que se refuercen en los lugares necesarios para dar sustento
máximo a la nueva distribución de tensiones; y ello a través de campos
mecánicos que actúan sobre las fibras y el colágeno, de manera que se origina
un campo electrostático que es el que produce la reorientación iónica y
coloidal en los fluidos orgánicos de la zona afectada.
Pero el siguiente paso en el conocimiento
viene dado por el hecho de que existen otras fuerzas más sutiles, de naturaleza
emocional o mental, que pueden iniciar procesos similares sin necesidad del
estímulo físico de una alteración orgánica, como sucede en los grados extremos
de tensión emocional o en los sujetos hipnotizados.
Disciplinas como el Zen, el Yoga o el Aikido
utilizan un vínculo consciente entre la mente, por un lado, y estructura y
función, por otro. También estudios recientes han demostrado -a través de
técnicas de biofeedback- que la mente dirigida puede no sólo dominar algunas
funciones autónomas del organismo -como la temperatura de la piel o el dolor-
sino incluso regenerar tejidos corporales de manera consciente. Y, desde luego,
la experiencia de todos los días ha demostrado que determinados tratamientos
químicos repercuten sobre el estado mental y que hay técnicas de psicoterapia
capaces de influir sobre numerosos procesos bioquímicos en el organismo.
En suma, parece bastante claro que el ser
humano es un conjunto de energías, un ser integral que funciona como un
compuesto armónico en el que no existen partes separadas y que precisa de un
adecuado equilibrio -a veces muy delicado- para mantener su integridad, lo que
debería ser justamente el fin de cualquier actuación médica.
Este concepto básico es el que vamos
desarrollar en esta sección, presentando las distintas formas de abordaje del
arte de curar, que pueden ser tan válidas como la tradicional.
En ella recabaremos las opiniones de los
investigadores más cualificados en el campo de las medicinas alternativas y en
el de la medicina convencional, planteando sus indicaciones, ventajas e
inconvenientes.